«¿Cuáles son las características que elevan a los grandes artistas por encima de la mediocridad? Yo diría que la capacidad de arriesgar, de sorprender, de suscitar nuestra atención ante cada uno de sus nuevos trabajos, independientemente de su calidad intrínseca. Porque el arte es siempre un acérrimo enemigo de la perfección. Nadie es perfecto, y Virgilio no lo es. Pero reúne en su persona todas esas características que he reseñado. Y por eso le considero un gran artista. ¿Aficionado o profesional? ¡Qué más da! El arte nunca puede ser una profesión, porque no tiene reglas ni horarios, porque se alimenta de la inspiración, del instante y de la genialidad.
Ésta es, por tanto, la exposición de un gran artista. Pero es también la exposición de un gran fotógrafo. Un fotógrafo con un ojo privilegiado que, aunque no ha vivido la fotografía clásica, ha sido capaz de asumir todos sus postulados y de prescindir, en esta era tecnológica, de cualquier elemento superfluo que le impida centrarse en lo que es esencial para él: la imagen. Así, su capacidad para capturar ese momento decisivo que a la mayoría se nos escapa, el poder de evocación de sus imágenes y una manera muy personal de interpretar el blanco y negro consiguen formar un todo perfectamente ensamblado que hace que sus fotografías no sólo sean perfectamente reconocibles, sino que destaquen del resto.
Cada una de las “miradas a pie de calle” que vais a contemplar en esta exposición tiene ese “algo más” que trasciende lo que el ojo ve a primera vista. Como la identidad de ese misterioso “viejo profesor” al que nunca vemos, pero al que Virgilio convierte en protagonista ausente, dejando que sea nuestra imaginación la que pinte su rostro y escriba su historia. Algo que sólo está al alcance de los grandes fotógrafos.»
Javier Mirón

















































